14 de abril de 2014

"En el café de la juventud perdida", de Patrick Modiano

FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Editorial: Anagrama

SINOPSIS:
París, años 60. En el café Condé se reúnen poetas maldi­tos, futuros situacionistas y estudiantes. Y aunque la nostalgia de aquellos años perdidos parecería ser el tema central de la novela, Modiano le da un giro sor­prendente. Porque En el café de la juventud perdida es también una novela de misterio: todos los personajes y las historias confluyen en la enigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo. Louki, como todos sus compañeros de vaga­bundeo por un París espectral, es un personaje sin raíces, que se inventa identidades y lucha por construir un pre­sente perpetuo. Modiano recrea alrededor de la fasci­nante y conmovedora figura de Louki el París de su juventud, al mismo tiempo que construye una hermosísima novela sobre el poder de la memoria y la búsqueda de la identidad.

OPINIONES: 
Es una novela corta escrita de un modo bastante particular. Hace unos meses leí “Dora Bruder” de este mismo autor y por lo que he podido comprobar el escritor es fiel al estilo, si bien más allá de las formas los dos relatos son diferentes. En el café de la juventud perdida los personajes conforman un mosaico de la sociedad parisina del pasado siglo. En esta ocasión Patrick Modiano vuelve a guiarnos por distintas calles, nombres de lugares que marcaron una época (por lo menos para los habitantes de la zona o como en este caso el Moulin Rouge) y pistas documentales, todo ello para reconstruir la vida de la enigmática Jacqueline, una joven asidua del café Le Condé a la que se conoce como Louki. Los narradores de la historia son, otro cliente habitual del local, un detective privado y el que quizá fuera el amigo más intimo de Jacqueline, Roland. Estos tres personajes con su visión personal de los acontecimientos ayudan a dar sentido a la existencia de Jacqueline. También la propia Jacqueline nos relata un capítulo de su vida, pero a ésta no se la conoce realmente hasta el final de la obra, si es que la vida de alguien se puede resumir en tan poco espacio. Yo supongo que no, que siempre quedan misterios que resolver en cuanto a la naturaleza de las personas y Modiano lo sabe.
Me ha gustado, pero pienso que no es lectura para todo el mundo. El hilo de la historia no es lineal, no hay acción, es de esos libros donde aparentemente no ocurre nada y los personajes divagan sobre los aspectos claros y oscuros de su vida pasada. Por eso la recomiendo con reservas.
Dolors Martínez

“En el café de la juventud perdida” es la segunda novela que leo de Patrick Modiano y la verdad es que me costó entrar en la historia, porque la primera parte, con el protagonismo del Paris de los años 60, sus cafés bohemios y sus parroquianos variopintos, tertulianos jóvenes, o maduros intelectuales, me pareció un “dèjá vu”. Tampoco me gusta esa manía que tienen algunos autores de machacar al lector con nombres y nombres de personajes que parece que van a tener protagonismo en la trama, pero que luego van abandonando por el camino y al final no tienen ninguna relevancia.
Sin embargo, la narrativa es exquisita y la estructura de la novela es original. Cuatro voces que con sus recuerdos nos van desvelando una intrigante historia, envuelta en la nebulosa atmósfera de un París a media luz, aunque el autor, a medida que se centra en la protagonista, se va alejando del Café Condè y de sus, cada vez más olvidados parroquianos y pierde ese vínculo con lo que parecía un punto de referencia fundamental en la novela, que sigue deambulando por las sombrías calles de Paris hasta un rotundo final, con unos protagonistas en búsqueda de su identidad, tema recurrente en la obra de Modiano
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Yolanda Castilla Galdos

Creo que hasta ahora no había leído nada de Patrick Modiano, ganador del Nobel de Literatura en 2014. No tenía ningún interés especial en conocer su obra, ni habían llegado a mí referencias lo suficientemente poderosas como para animarme a ello, pero gracias al Club de lectura presencial al que acudo cada semana he devorado este título tan sugerente y puedo decir que no será lo último que lea de este autor.
Quien espere encontrar en esta corta novela (131 págs.) una historia al uso con su correspondiente introducción-nudo-desenlace, que ni siquiera lo intente. No hay trama, no hay acción, realmente no pasa nada, aunque se habla de muchas cosas.
Es cierto que hay cierto halo de misterio en torno al personaje femenino principal (Louki), pero creo que ese misterio es la excusa que te mantiene más atada aún al libro con la esperanza de saber "qué pasa".
La historia de desarrolla en en la década de los años sesenta del pasado siglo. El lugar: París. Un París tan bien descrito, tan detallado, que da la sensación de tener delante de los ojos no palabras, sino fotografías de esas calles, plazas, distritos, hoteles, cafés, etc.
Modiano utiliza una prosa deliciosa, sencilla, asequible y muy descriptiva, muy sensorial. Esto es bueno, gusta, no da una impresión de mala literatura, es fácil leerlo y te invita a la precipitación, a leer rápido. Esta invitación a leer rápido también viene dada por lo que comentaba antes: la necesidad de SABER, pero cometeríamos un error si nos dejáramos llevar, ya que el texto dice más de lo que cuenta. El autor va soltando pequeñas migas de pan a lo largo de sus páginas, y corremos el peligro de que nos pasen desapercibidas.
La obra está escrita como una novela coral. Muchos son los personajes que aparecen, incluidos algunos tan intangibles, pero muy presentes, como la soledad, el desencanto, la melancolía y la memoria.
A través de las voces de cuatro personas, siempre en pasado (diferentes pasados) y siempre en primera persona, vamos juntando las piezas de un puzzle que nos darán como resultado fragmentos de la vida de Louki, en torno a la cual gira toda la narración.
Un estudiante sin nombre que, a mí me ha dado la sensación, siente un enamoramiento platónico por la protagonista; un detective al que contratan para encontrarla y que igualmente se siente atraído por ella más allá de su trabajo; un compañero sentimental con el que comparte horas de "vagabundeo" por París y la propia Louki son las cuatro voces que nos hablan, no solo de la vida de esta última -cada uno desde su punto de vista- sino de un sinfín de temas que son la verdadera esencia que quiere transmitir esta novela.
A través de estas voces conoceremos (o eso nos harán creer) a una chica desubicada, vacía y sola con una necesidad imperiosa de comenzar desde cero una y otra vez.
Todos los personajes tienen sus fantasmas, sus secretos, su lado oscuro, y es muy interesante "componerlos" desde los diferentes puntos de vista de cada uno de ellos.
Otro de los temas principales es la necesidad que tenemos de "Puntos Fijos", de los vínculos que necesitamos todas para "agarrarnos al suelo". Esos lugares, personas, emociones... que nos sirven de brújulas para no perdernos o para encontrarnos, para encontrar nuestro lugar y el sentido de nuestra vida.
El café que da título a la obra, el café de la juventud perdida -tendréis que leerlo para saber por qué ese sobrenombre- es el Café Le Condé, que no deja de ser otro "ente" en torno al cual gira gran parte de la historia. En este café se reúnen estudiantes jóvenes, escritores, médicos... se respira y se vive un ambiente bohemio y sirve de refugio y escapatoria de sus vidas y secretos.
Esta lectura me ha hecho volver a una pregunta reincidente ¿Existe una sola verdad? ¿La verdad es lo que yo veo, lo que tú ves o lo que ve una tercera persona? ¿Llegamos a conocer al cien por cien a las personas que creemos conocer?
Me ha gustado mucho. Es un libro para leer despacio, para releer más despacio aún y para saborear la desazón con la que se lee y que deja tras cerrarlo.
Dijo Patrick Kéchichuan que este es "Un libro urdido en la frontera entre la luz y la oscuridad" y yo no puedo estar más de acuerdo y recomendarlo.

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